domingo, 10 de junio de 2012

La Playa - Recuerdo

Ese día fue especial, de aquellos que recuerdas por mucho tiempo. Es como uno de esos recuerdos que te llevan a otros cuando suceden distintas cosas en el futuro. Son esos momentos que cuando cierras los ojos te encantaría repetir. 

Ya conocíamos la rutina, nos juntábamos en la plaza y luego nuestra caminata. Eran siempre productivas las conversaciones que manteníamos durante esa media hora de viaje. No me cansaba de conocerte cada día un poco más.

Realmente eras hermosa, tan sensual y sugerente, parecía que toda la playa te conocía ya que era imposible que no llamaras la atención por donde pasabas. Tus pantalones cortos ajustados, polera de "tiritas" que dejaba tu delgado abdomen a la vista de los curiosos y no tan curiosos. Definitivamente no pasabas desapercibida, lo que era una buena excusa para querer irnos lo más lejos posible de la gente.

Aquel día todo sucedió de manera casual. Es increíble como siempre los mejores recuerdos están asociados a situaciones no planificadas anteriormente, producto de la espontaneidad del destino, jugadas de la vida que te permiten sorprenderte de las personas o las mismas situaciones, momentos que marcan tu vida para siempre.

Hacía mucho calor ese día, la temperatura del ambiente era excepcionalmente alta ese día, luego me enteré que había transcurrido el día más caluroso en 10 años en esa fecha, y que se recomendaba no exponerse a los rayos del sol. Por su puesto no estaba en nuestras prioridades enterarnos del acontecer nacional cada día, además en esa época la gente no traía sus celulares con internet y conexión instantánea a la actualidad. Nos acostamos sobre tu gran toalla y comenzamos a observar a las aves que volaban sobre nosotros. Estábamos ahí en nuestra duna observando el cielo y el mar rocoso que caracterizaba ese sector de la playa. Estábamos aburridos hasta que de pronto se te ocurrió un juego que cambiaría nuestros días. La idea era que cada uno hacía preguntas respecto al otro de carácter personal, ya sea sobre personalidad, pasado, gustos, proyectos, etc. El que acertaba la respuesta ganaba puntaje, pero el que se equivocaba perdía puntos. Cada uno comenzaba con 10 puntos, el que respondía bien ganaba uno, de lo contrario perdía uno.

La lógica del juego implicaba que el que ganaba muchos puntos, tenía un premio, pero el que perdía todos los puntos tenía un castigo. Si bien no me planteaste el juego así desde un principio, al analizar lo que me decías entendí que yo también podía recibir un castigo, y aunque no estaba explicitado de que se trataba el castigo, en tu caso era casi evidente que se relacionaba a unas buenas nalgadas en la posición y forma que yo estimara conveniente. En un momento se me ocurrió preguntar que pasaba si yo era el que perdía, me miraste con tus ojos pícaros y me dijiste que tendría que acatar tu castigo sin chistar. Sentí esa extraña sensación que sentí la primera vez a mi vecina siendo castigada por su padre a través de la ventana, pero no por imaginarme siendo castigado por ti, siempre había sido yo el castigador y tú la castigada, sino que por no saber que tipo de "castigo" querrías aplicarme. Sin darle más vueltas comenzamos a jugar y rápidamente me di cuenta que no querías perder, es más, querías que yo perdiera al esforzarte buscando las preguntas más complicadas para mí. Rápidamente acudí a mi buena memoria, apelando al mismo tiempo a tu mala memoria, y comencé a preguntar sobre lo que habíamos hablado en días anteriores. Tomé las riendas del juego que tú misma habías creado y eso te ponía de mal humor, poco a poco perdías los escasos puntos que habías ganado y al mismo tiempo que perdías tus puntos, aumentaba tu disgusto y desesperación.

Poco tiempo atrás habíamos hablado sobre el manejo de la ansiedad y lo vulnerable que uno podía volverse cuando estaba muy ansioso. Al parecer la desesperación te hizo olvidar toda la conversación porque tus respuestas eran apresuradas, impresisas y erroneas.

Sin más llegaste a cero puntos, tu rostro denotaba impotencia y enojo, pero exigiendo el cumplimiento de la norma te pedí primero la polera, luego el pantalón, quedando sólo en tu bikini. Aún me da un poco de risa recordarte tan enojada al perder por segunda vez tus 5 puntos, yo había alcanzado los 9 en un momento pero ya había bajado a 2. Ya en ese entonces tú estabas nuevamente en 1, y te pregunte algo que sabía que responderías bien, me miraste con disgusto y preguntaste que por qué te hacía preguntas fáciles, que te estaba regalando el juego y que no ibas a responder, comenzamos un debate respecto a que era un juego, que ella lo había inventado y que si no quería responder era equivalente a equivocarse por lo que tendría que perder otra de sus escasas prendas hasta ese momento. Te quitaste la parte superior de tu bikini y te fuiste al mar. Eras realmente hermosa, me encantaba contemplar tu silueta delineada, perfecta, femenina y sugerente.

Ya en el mar me miraste provocadora y me llamaste con tu dedo, no te hice caso, esperé a que te voltearas hacia el horizonte y corrí en tu búsqueda, llegué sorpresivamente por detrás y te susurré que aún te esperaba tu castigo. Estabas un poco desafiante y te rehusaste a aceptar tu castigo, por lo que no me quedó más que cargarte entre mis brazos y llevarte hasta la toalla para ponerte sobre mis rodillas. Pataleaste como hace tiempo no lo hacías y es que el ingrediente enojo previo por haber perdido 3 veces el juego le daba un toque de realidad que hace rato no se presentaba. Comencé a disfrutarlo de manera especial, era obvio que por rehusarte a aceptar el castigo que habíamos acordado que tendrías si perdías me vi en la obligación de bajarte de un sólo tirón la parte inferior de tu bikini, por lo que quedaste completamente desnuda y reclamando que eso no estaba en las reglas del juego.

Contemplé tus nalgas desnudas y mojadas, tu actitud rebelde de ese momento, disfruté cada una de las nalgadas que te ganaste ese día, tu enojo se agotó con el paso de las palmadas, sonaban fuerte por el agua pero ambos sabían que no dolían. Luego de aproximadamente 50 azotes sobre tus marcadas nalgas, éstas comenzaron a verse enrojecidas, las acaricié con pasión, perdí mis manos entre tus nalgas y comenzó una tarde fogosa y apasionada. Te levantaste, me besaste y comenzaste a utilizar tu lengua como nunca lo habías hecho, tuve que detenerte para no estropear lo que sabía se venía de manera inevitable, comenzamos en la toalla y terminamos en el mar. Fue una experiencia maravillosa, tú eras maravillosa. Que tiempos aquellos, eramos tan inocentes y nos dejábamos llevar por nuestros impulsos, fuiste un gran amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario