miércoles, 30 de mayo de 2012

El Comienzo - Parte 2

Tu cara se veía asustada, lentamente llevaste tus manos hasta tus calzones con rayas horizontales rojas y base blanca, no podía evitar sentirme atraído por lo que estaba viendo aún cuando la sensación fuera de incomodidad al comprender que el castigo no era nada bueno para ti. Con una expresión de temor obedeciste la orden, miraste hacia donde yo me encontraba, pero ya me había ido, a pesar de la gran excitación que sentía en ese momento comprendía tu temor, humillación y vergüenza. Seguía escuchando reproches de tus padres, tu llanto desconsolado y me escabullí por fuera de tu casa hasta la ventana de tu habitación. Esperé ahí y a los pocos minutos sentí como se abría la puerta de tu cuarto y se cerraba de un portazo, causando un ruido muy fuerte. Intenté mirar hacia dentro pero el frío tenía las ventanas empañadas y sólo veía siluetas borrosas. Al instante del golpe entró tu padre muy enojado, escuché un pequeño alarido de tu parte y comenzó el castigo.

Esto tomará un tiempo, dijo tu padre, espero que logres meditarlo bien y entender que en esta casa no te mandas sola ni mucho menos harás las cosas que tú quieras y cuando quieras. Comencé a sentir los golpes y con ello, tus llantos. A pesar que no podía ver mucho lo que sucedía, comprendía que ese sonido era el golpe de la gran mano de tu padre cayendo con fuerza sobre tu trasero descubierto. Desde mi posición lograba distinguir tu silueta, estabas sobre las rodillas de tu padre, quien con su pierna derecha impedía que tu movieras las tuyas, con su mano izquierda inmovilizaba tu mano derecha y con su mano derecha administraba los golpes que te daba, tu rostro estaba tan cerca mío, pero no podías verme, tenía mucha pena por ti. En eso recordé que mi madre todas las noches iba a observar que todo estuviera bien en mi habitación antes de dormir, por lo que corrí hasta mi casa para evitar un castigo como el que estaba presenciando.

Pasado un rato volví a tu cuarto, y con nuestra señal golpeé tu ventana. La abriste un poco ya que por el frío no podíamos ver nada y me dijiste "Te dejo pasar ahora, pero debes cerrar los ojos y prometerme que no los abrirás". Era muy común que jugáramos a andar por las casas con los ojos cerrados, en su casa y la mía, conocíamos el lugar de memoria, no entendía por qué después del castigo querías jugar. No pregunté más y pasé con los ojos cerrados. Una vez dentro me dijiste muy bajito que no podían escucharnos así que debíamos susurrar.

Me contó sobre lo que había ocurrido, los problemas que tenía en el colegio, la falta de disciplina que había tenido en su casa con las ordenes de su mamá y lo descuidada que la habían notado. Me dijo que su padre nunca había llegado a esos límites pero que entendía el sacrificio que les significaba educarla, pagar ese colegio y que estaba desaprovechando sus oportunidades.

No vayas a abrir los ojos, que mi padre luego de castigarme con la mano y posteriormente con la correa, me dijo que debía permanecer desnuda, y sólo podría usar mi camisón para dormir esta noche, que no le llegaba siquiera al final de la espalda, y aunque siempre me cambio de ropa en tu presencia, no estoy completamente desnuda, además mi papá para asegurarse cerró el closet con llave y mis calzoncitos quedaron en el living. Al oírte pronunciar ciertas palabras sentía como reaccionaba mi cuerpo, tú eras más grande y entendías mejor lo que me pasaba. Ya calmada me susurraste al oído, el trasero me arde mucho, podrías esparcirme un poco de mi crema para aliviar un poco el dolor, pero debes prometerme que no abrirás los ojos. Ya estaba completamente desconcertado, tu tono no era de pena ni mucho menos similar al de una recién castigada, sonabas más a cuando hacíamos alguna de nuestras maldades, me dijiste que estirara la mano, pusiste un poco, en verdad mucha crema en mis manos, y dijiste bien ahora me voy a voltear y con tu mano libre busca donde debes aplicarla, yo te indicaré las partes específicas. Bajé mi mano y comencé a recorrer tu muslo, fui subiendo lentamente hasta sentir tus nalgas, era una sensación maravillosa. Me dijo que porque tiritaba, si no tenía nada de malo lo que estábamos haciendo, la verdad no sentía que fuera algo malo, sino que nunca me imaginé en esa situación contigo. Tardé un buen momento en esparcir toda la crema para que se absorbiera en tu adolorido trasero, cuando terminé se lo indiqué, sentí que volteaste y sin más me dio un beso apasionado que duró largo rato, no sé qué haría sin ti, repitió varias veces. Ya te pagaré el favor que me acabas de hacer de alguna manera adecuada. No entendí como me descubriste entre todo lo que pasó, pero finalmente susurraste al oído "El castigo no me molestó, de hecho me hubiera gustado si me lo hubieras dado tú".

Después de ese día comprendí muchas cosas, como que percibiste como me sentía debido a la poca disimulada erección que me acompañaba, que si sabía que empezaba a provocarme cosas debido a su desarrollo físico, y que nacía una inquietud respecto a un tema desconocido por ambos hasta ese momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario