Era un niño o mejor dicho, un adolecente. Siempre fuiste mi mejor amiga,
pasábamos todo el día juntos y hacíamos travesuras cada tarde. Cuando empezabas
a desarrollarte solía escuchar que me decían que había hecho un buen negocio,
al final, los mejores amigos de la infancia terminan juntos en algún instante
de la historia. En ese momento no entendía nada, pero poco a poco lo fui
comprendiendo. Solíamos correr por todo el vecindario, molestar a los demás
niños, juntar monedas para comprar en el kiosco de la esquina y pasar horas
buscando figuras en el cielo.
La primera vez que comprendí que algo me estaba pasando fue cuando un día,
como de costumbre, llegamos a tu casa todos mojados de tanto correr, escuchamos
que te llamaban desde varias casas de distancia para cenar, y como de
costumbre, te cambiaste tu polera mojada y tus pantalones sucios frente a mí.
Era una costumbre, pero no pude evitar en fijarme en tu cuerpo ya en vías de
desarrollo, tenía un año menos que tú, y a esas alturas se notaba la diferencia
entre ambos. Verte envuelta sólo por tu ropa interior, ese calzón de algodón
blanco, en esa delgada figura y ese pequeño sostén causó una reacción instantánea
en mi cuerpo a la cual no estaba acostumbrado. No sé cómo te quede mirando,
pero lo percibiste por mi rostro, entendiste que ya estaba dejando de ser un
niño al igual lo hacías tú.
Tu madre entró a la habitación muy enfadada, había tenido reunión de curso
de tu colegio durante esa tarde y te dijo q debían conversar durante la cena.
Me pidió la tía muy amablemente como siempre era conmigo, si podía ir a mi casa
ya que lo que debían hablar era personal. Accedí de inmediato y me despedí de
ti. Te miré como entregándote todo el apoyo que pudiera, de seguro tendríamos
que escaparnos durante los días siguientes para seguir con nuestras travesuras.
Ya había terminado de cenar en mi casa, y me recosté sobre mi cama. Me
encantaba escuchar música para relajarme, pero todo se vio interrumpido al oír
algunos gritos desde el otro lado de la ventana. Paré la música, me asomé por
la ventana y oí que te retaban muy fuerte, comenzabas a llorar. Salté por la
ventana y me fui hacia tu casa. Comencé a rodearla para encontrar el mejor
lugar, sólo quería verte, que me vieras y entregarte todo el apoyo como siempre
lo hacíamos cuando nos reprochaban.
Al encontrar un espacio por donde observar que ocurría, veo a tu padre
ordenándote quitarte tus pantalones y pararte en frente de él que se encontraba
sentado en un sillón. Quedaste tan helada frente a la orden, como al verme
observando el espectáculo, con tu mirada me decías que tardé mucho en llegar y
con la mía trataba de excusarme, a regañadientes obedeciste la orden de tu
padre, tiraste tus pantalones y te paraste en el lugar indicado, él se paró
enfadado de su silla y te reprochó por tu mala actitud de niña mal criada,
decía que esto era la consecuencia de no haber sido más duro contigo antes, que
aún no estaba todo perdido, y que si terminabas perdiendo el año escolar como
había dicho la profesora en la reunión, pagarías muy caro todos los
infantilismos y faltas cometidas para obtener esos resultados. Llegó hasta
donde tiraste los pantalones y te ordenó levantarlos y doblarlos como cualquier
señorita de esa edad lo haría, hablaba con un tono intimidante e inspiraba
respeto. Un poco asustada lo hiciste y no puedo olvidar la imagen de tu trasero
envuelto en esos calzoncitos pequeños agachándose a recoger la prenda del suelo
para doblarla, me excitaba el contexto de la situación, sentía un hormigueo en
el cuerpo, pero al mismo tiempo sentía que no podía permitir que siguiera la
situación que me parecía, culminaría con un castigo físico.
Bueno, dijo tu padre, ahora te sacarás tus calzones, irás a tu pieza y te
quedarás ahí mirando a la pared y reflexionando sobre lo que has hecho. Deberás
entregarme en 2 horas un plan para mejorar tu desempeño escolar, que incluya
horas de estudio, avances de tus trabajos finales y ejercicios diarios a
realizar sobre las materias, la ropa debes dejarla acá y una vez que tu plan
sea aprobado, podrás recuperarla...
Me sentía helado, no sabía qué hacer, por una parte el castigo era algo
negativo para mí, pero la situación indiscutiblemente me causaba un cosquilleo
muy extraño. Vamos! quítate esos calzones y déjalos allí, ordenaba nuevamente
tu padre, no me hagas enfadar aún más!...
Se viene la segunda parte...
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