domingo, 24 de junio de 2012

Regreso del viaje


Por fin llegaba de su viaje, su padre le había regalado a toda la familia un crucero por Europa con un viaje de 20 días, justo coincidía con mis vacaciones y me quedaba solo.

Llegó el día de su regreso y la necesitaba demasiado. Cuantas noches pensando en ella y soñando con su cuerpo.
- Me la vas a pagar muy caro por haberme dejado sólo -

- sabes que no te tengo miedo - respondía desafiante

Llegamos a su casa, arregló sus cosas, dormimos un rato y le propuse salir. Fuimos por unas copas, y luego de una noche de alcohol y baile nos fuimos a mi departamento, ahí estaba todo preparado. Entramos a mi pieza y estaba adornada con velas, flores y varios implementos de castigo, entre ellos cinturón y paleta, además de algunos elementos más atrevidos como un bozal de bola ajustable, cuerdas y esposas.

Me fijé en su expresión al ver primero las flores y velas, seguido del cambio rotundo de su rostro al percatarse de los implementos de castigo. – ¿Qué es todo esto? – 
Sin más le pregunté - ¿Será por tu propia voluntad o tendré que usar más implementos de los necesarios? –

Me miró desafiante. – No tengo todo el día para recibir una respuesta, ¿Te parece poco haberme dejado sólo en mis vacaciones, sumando al estrés del primer semestre que nos mantuvo casi sin vernos? –

-¡Estás loco!- me dijo, y cerró la puerta de la habitación detrás de sí. La abrí rápidamente y la vi recogiendo sus cosas para irse. Contrario a lo que ella creía, en vez de decirle algo o impedir que se fuera, la dejé.

….
Me llamó al otro día y no contesté, me mando mensajes, correos y nada. En la noche y después del trabajo llegó a mi departamento cuando no estaba y al volver a casa, me esperaba con una rica cena y un traje de sumisa. No sé de donde lo sacó, jamás lo había usado, pero le quedaba impresionante. Una faldita muy corta, unas medias de fibra con diseño hasta el muslo, portaligas y un corsé que resaltaba sus pechos hasta volverlos completamente irresistibles.

-Con que ahora recibes tus castigos cuando se te antoja, hoy no tengo ganas de nada, tuve un día terrible en el trabajo y lo menos que quiero es gastar más energías en enojos, mañana tengo un día difícil.- Ya la tenía bajo control.

- pero… -

-Gracias por llamarme y querer remedar en parte tu error, pero hoy no.- Me fui a la habitación y me acosté a ver televisión.

Como muestra de su arrepentimiento y demostrando todas las ganas que tenía (no de recibir el castigo, sino el consuelo posterior), levantó su diminuta falta, bajó sus colaless y con sus manos detrás de la nuca se puso a un costado del televisor, mirando hacia la pared.

Terminé de ver mi programa y me dirigí al baño, la tome del brazo y la acomodé sobre la cama, con la cara en la almohada, y con varios cojines debajo de su pelvis logrando que su trasero quedara muy expuesto.

-Espérame ahí niña mal criada.-

Tardé bastante en el baño y luego me dirigí a la cocina, y comencé a preparar el arma secreta. Basado en varios blogs amigos, había conseguido jengibre que no tardé en preparar, además de unos cubitos de hielo de jengibre que había fabricado de manera artesanal.

-Muy bien señorita, ¿Cuál de todas sus faltas quiere pagara primero?-

Ya sabes las reglas, si quieres hablar tendrás que pedir permiso, ahora te referirás a mi como señor y contarás cada uno de los azotes mencionando además el lado en el cual esta es proporcionada. Esperé un momento y le di el primer azote con el cinto. –No escucho la respuesta-

- uno, derecha. -

-Aún no escucho la respuesta si entendiste las instrucciones.- segundo azote

-¡Sí señor!, dos, izquierda.-

-Muy bien, separa tus piernas y levanta la cola.-

Desde esa posición podía ver todo su cuerpo entregado completamente a mí, la sensación de control me excitaba sobremanera, pero debía controlarla.

Tomé un dedo del jengibre preparado en la cocina con forma de tapón, y lo acerqué hasta su agujero. Con ayuda de vaselina líquida aplicada directamente sobre ella, introduje lentamente la corteza hasta que quedo fija con la concavidad de su extremo. Note que se inquietaba, jamás había usado el jengibre en nuestras sesiones, y noté tu inquietud al no poder determinar a priori de que se trataba. No te gustaba mucho que me dirigiera a esa zona en particular y aprovechando mi “enojo” sabía que no reclamarías.

No exenta de gemidos, el jengibre comenzó a hacer efecto y al pasar mi mano por tu entrepiernas, noté tu excitación. – Con que el castigo te excita. Vas a aprender a no ser tan malcriada e inconsciente. –

Sentías el efecto del jengibre, que si bien no podría describir, sospecho que no te desagradaba del todo, pero te hacía mantener tus nalgas bien expuestas.

Te levanté y ordené ponerte sobre mis rodillas.

Comencé con los azotes, que si bien no tenían mucha fuerza, eran constantes y rápidos por lo que te costaba mantener el ritmo entre números y direcciones.

- Tres, derecha, cuatro, izquierda, cinco, izquierda, seis, derecha… - No tardaron las equivocaciones, primero en la ubicación y posteriormente en el número. Sabía que no eras buena con las matemáticas y siempre te hacía caer de esa forma.

Por cada error, cambiaba de implemento y empezábamos nuevamente, por lo que la concentración era tu única escapatoria. Luego de un instante comenzaste a sollozar y tus nalgas tomaban un color burdeo intenso.
Luego de pasar por todos los implementos, dejando unas pequeñas marcas con cada uno de ellos, rompiste en llanto, te ordené levantarte, quitarte el jengibre y ponerlo en el congelador. Al volver, te mande pararte de frente a la cama y apoyar tus manos en el colchón sin doblar las rodillas. Te observé largo rato, tus nalgas en esa posición y con ese color del castigo se veían hermosas. Comencé a hacerte el amor, lentamente al principio y más rápido después. Cuando estabas a punto de acabar te ordene ir por el jengibre y enjuagarlo en agua. Sin entender lo hiciste, me lo pasaste y te ordené volver a la posición anterior. Cuidadosamente separé tus nalgas, te notaba inquieta, lo introduje nuevamente. Volví a recostarme en la cama y encendí la televisión. Te ordené besar mi cuerpo y entendiste el mensaje. Me besabas sensual y fogosamente mientras el jengibre hacia su trabajo de manera más intensa (producto del frío y el agua) y tus gemidos ahogados por mi pene dentro de tu boca me hacían desesperar.

Antes de terminar, te ordené levantarte y acomodarte sobre la cama, apoyar tus rodillas y tu cabeza en el colchón, separar las piernas y tomarte los tobillos con el culo bien expuesto. Con mucho cuidado até tus muñecas a tus tobillos y tu cuello al respaldo de la cama. Quité lentamente el jengibre y comencé a penetrarte, al principio te quejabas mucho pero pronto comenzaste a disfrutarlo. De una embestida introducía mi pene hasta tus entrañas y luego lo sacaba por completo, eso te excitaba mucho y te provocaba gemidos inconscientes. Te liberé de las ataduras y nos fundimos en una noche de pasión que jamás olvidaremos. Al tiempo me confesó que había sido uno de sus castigos favoritos y buscaba viajes cada vez más largos.

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