lunes, 11 de junio de 2012

El Reencuentro

A veces recuerdo aquellas mañanas, cuando sigilosamente despertabas y comenzabas a buscar tu ropa. Probablemente estabas afectada por el alcohol que habíamos comprado el día anterior para no tener que buscar ninguna excusa para llevar a cabo todas nuestras fantasías, incluso las más ocultas. Llevábamos casi cuatro meses saliendo y hace dos que manteníamos relaciones en tu departamento o el mío luego de algún llamado de emergencia para salvar alguna noche de fiestas poco productivas en términos corporales. Creo que lo que más nos atrajo además del físico, fue que respetáramos el salir para pasarlo bien más que para buscar sólo saciar las necesidades básicas de afecto en el otro.
Recuerdo aquella mañana, habíamos bebido en exceso, lo primero que hice al despertar, fue observar tu hermosa figura buscando por todos los rincones tus pequeños colaless que seguramente habría tirado luego de una apasionada previa al encuentro cercano que habíamos tenido aquella noche. la idea era hacerme el dormido para que no tuvieras vergüenza en exhibir tu delicada figura ante mis ojos.
Te acercaste un poco, volteaste y te agachaste para recoger tu ropa íntima que estaba bajo el mueble del costado. Mi cuerpo tuvo una reacción inmediata a aquella postal que acababa de posarse frente a mí. Al apreciar tus nalgas con una mejor perspectiva, me percaté de un detalle que me hizo empezar a recordar poco a poco lo que habría ocurrido la noche anterior.
Habíamos bebido demasiado, comenzamos con unas cervezas, que pasaron luego a unos terremotos, para finalizar con unas buenas piscolas de alto. No había sido tanto la cantidad sino el tiempo que habíamos tardado en consumir todo ese alcohol que ahora no me dejaba recordar claramente lo que habría sucedido. Mi actitud frente a la pérdida temporal de la memoria no era la más preocupada seguramente a que ya me estaba acostumbrando a amanecer con tu trasero buscando tu ropa interior por algún lugar de la pieza, realmente me encantaba tirarla a un lugar escondido de la pieza durante la noche para observarte desnuda en búsqueda del tesoro por la mañana siguiente.
Ese nivel de fogosísmo que nos expresábamos cada vez que nos veíamos, tenía su razón de ser en los años que habíamos tenido que aguantarnos para poder besarnos otra vez, solíamos vernos en los veranos, siempre en el mismo lugar, saciar nuestra pasión de todo un año sin vernos y recargar la energía para enfrentar otros 9 meses sin contacto, pero ya habían pasado 7 años de la última vez. Tu llegabas con pololo un año, yo con polola al otro y así. Ahora nos reencontrábamos en una fiesta de la capital ambos casualmente solteros y buscando emparejarnos con alguien esa noche.
No fueron necesarias ni muchas preguntas ni muchas canciones para decidir dejar a nuestros respectivos amigos dentro para irnos a algún lugar a conversar mejor. Hoy conmemorábamos 4 meses desde aquella vez y 2 desde que habíamos intimado nuevamente. 
Todo comenzó por recordar los viejos tiempos, las salidas nocturnas clandestinas, las noches en aquella plaza, la arena en nuestros cuerpos desnudos por la noche, los juegos eróticos y otras cosas que solíamos hacer. Rápidamente pasamos a culpabilizar al causante de que por más de 10 años no habíamos tenido contacto, siempre acompañado el argumento, bueno o malo, de un trago de piscola. No nos dimos ni cuenta como ambos terminamos sólo con nuestra ropa interior forcejeando sobre la cama para quitarnos las prendas que quedaban. De pronto te cargue hacia mí y caíste sobre mis rodillas. Recordé aquel episodio cuando te tuve del mismo modo, con tus jeans al borde de una cuneta en la playa algunos años atrás. Tus nalgas se veían realmente hermosas, grandes y contorneadas. Los colaless negros que usabas ese día contrastaban perfectamente con la poca luz que nos acompañaba, recuerdo pedirte contar cada una de las nalgadas y acompañarlas por un "Gracias señor, ¿Puede darme más?", no tenías conciencia del dolor en ese momento, ni menos yo de la fuerza, por lo que comenzó una serie de nalgadas, donde luego de unas 20 con respectivo aumento de intensidad y frecuencia, tuve que reiniciar debido a que olvidaste el número de nalgada en la que íbamos. 
Está bien, comenzaremos nuevamente, pero esta será tu última oportunidad, no me hagas utilizar el cinturón. Sabía que le temías, por lo que te concentraste mucho a pesar de tu estado alcoholizado en no perder la cuenta esta vez. Zas!.. Uno, gracias señor, ¿Puede darme más? Zas!.. Dos... Así estuvimos hasta la 29, porque a la siguiente olvidaste la cuenta, y entre lágrimas comenzaste a suplicar que no reiniciáramos el castigo, te ordene levantarte de mis rodillas, te paraste a mi lado con actitud de niña arrepentida, te dije que te quitaras el colaless, orden que acataste lentamente, dejaste al descubierto tu rasurado pubis, me excitó sobremanera tenerte a mi merced. Ponte sobre la cama y levanta tu trasero lo más que puedas. Me hiciste caso, estabas entregada a tu castigo, que también disfrutabas en secreto como aquella vez en la playa. Desde esa posición tenía una visión privilegiada de tus rincones más prohibidos. Recuerdo haber contemplado con calma y detención todo tu cuerpo, agregando verbalmente que tus nalgas se veían algo enrojecidas por lo que tendríamos que tomar la temperatura de tu cuerpo para chequear que nada marchara de forma irregular, te ordené esperar en esa posición. Fui hasta el baño y traje el termómetro que allí había, lo destapé y lo introduje lentamente en tu trasero, al primer contacto con el vidrio frio tuviste un pequeño sobresalto, que reproche de una nalgada automática en tus nalgas ya doloridas. Esperé unos minutos, siempre afirmando el termómetro entre tus nalgas, lo revisé y te ordené levantarte, ya había sido suficiente. El cinturón quedaría para la próxima oportunidad, ya no aguantaba las ganas de poseerte, fundirme con tu cuerpo y seguir con nuestras fantasías esa noche, te levantaste y me amaste de una forma apasionada, cariñosa y con mucha fogosidad.
Seguía ahí haciéndome el dormido contemplando tus nalgas enrojecidas, ahora lo entendía, bostecé fuerte y sobresaltada cubriste tu trasero expuesto poniéndote rápidamente tu ropa interior, hoy me tocaba hacer el desayuno, terminamos en la cocina desayunándonos el uno al otro.








No hay comentarios:

Publicar un comentario